Teatro Pablo Tobón Uribe - Corpocentro

El segundo tiempo del Pablo Tobón

Con 883 personas de aforo, el Pablo Tobón fue el principal teatro de la ciudad entre la demolición del “llorado” Junín y la puesta en funcionamiento del “moderno” Metropolitano. Los años 60 y hasta buena parte de los 80 fueron su época de mayor esplendor, que se fue deteriorando por la venida a menos de la calidad de vida en el centro.

Lleva el nombre de un generoso empresario medellinense, que andaba en taxi, nunca viajaba, no tenía teléfono ni radio, pero conoció el mundo a través de la lectura. Él puso un millón de pesos de 1952 para la construcción de un teatro que sirviera como referente para los espectáculos públicos artísticos y culturales de la ciudad, en terrenos donados por el municipio.

De soberbio diseño, obra de Nel Rodríguez y típico de las corrientes arquitectónicas de mediados del siglo anterior, por su escenario han pasado artistas de talla mundial. Tras el ostracismo de los años 90, hoy es un filón cultural que promueve la presentación de nóveles artistas, festivales de gira y propios (como el ya reconocido “La Matraca”) y también obras ya posicionadas en el entorno nacional. Promueve la formación de públicos, es un sitio turístico con una rotonda peatonalizada (glorieta de la vida) para el goce libre, suscita el encuentro de artistas, sirve como punto de partida para concentraciones ciudadanas y la congregación de colectivos que promueven la diversidad en todos los sentidos.

El Teatro fue inaugurado el 2 de agosto de 1967 y es insignia del movimiento cultural de Medellín.

La recuperación del centro de Medellín ha tenido en este teatro un logro para mostrar. Su programación es continua y para el disfrute de todos, pues hay obras para los más pequeños de la casa o grandes conciertos, celebraciones y homenajes.

Mimos, circo, clowns, stand up comedy y la presentación de artistas que tienen su propio teatro ocupado, como Carlos Mario y Cristina, con su Águila Descalza, llevan público todos los días, de lunes a lunes.

Pasarse por el Pablo y ver las filas, la taquilla con ese toque antiguo, la soberbia entrada y los accesos con los palcos al lado de la silletería general, es como un viaje en el tiempo, a aquella época ensoñadora de una ciudad que vuelve a la vida desde su centro, con ese ambiente a nostalgia que tanto nos marca en estos días modernos.